La filosofía y su sombra,
La filosofía se ha perdido en su objeto de estudio e incluso se ha visto una filosofía un tanto oscura, hoy la filosofía busca su objeto, el cual ha perdido, o parece que esta perdiendo, hoy el campo en el campo del saber no hay lugar a esa especie llamada hombre, este concepto es el objeto de cultivo de la ciencias humanas.
Hoy nuestro saber se orienta cada vez mas a nuestras claras a partir del hecho indiscutible de que hay un lenguaje, de que hay un sistema de signos, de valores, de interacción. “[1]A la pregunta: ¿quién habla?, ya no respondemos como Nietzsche “boce homo”, respondemos al modo de Mallarme. Es el lenguaje el que habla. Ala pregunta, ¿quien actúa?, no respondemos ya, al modo humanista: Es el hombre el que actúa, ahora respondemos: La clase social, el grupo, el sistema es quien actúa.”
Estamos pues dejando al hombre aun lado, ha dejado de ser concepto incluso ya no puede ocupar ningún lugar en la teoría ni en el campo epistemológico en que se mueven las nacientes ciencias sociales que tienen como tarea disolver al hombre o diluir en un sistema anónimo o inconsistente los viejos y consagrados atributos que rodeaban a la figura humana.
El individuo humano, entendido como individuo empírico o como su hipóstasis colectiva, deja de construir el hecho indiscutible del que toda investigación debe partir. El punto de partida ha cambiado ahora este punto se transforma en las relaciones sociales, en el lenguaje entendido como institución social y también en los hechos sociales.
El hombre, el sujeto humano se extingue, se marchita, las ciencias dejan de lado al hombre, por lo tanto han dejado de ser humanas, ahora los agentes del campo social no son los hombres sino las clases, las obras por tanto han matado al hombre.
Nuestros dioses, son ahora dioses anónimos, impersonales, los cuales se dibujan en el horizonte. Al Dios hombre sucede el imperio del Dios “se”. El “yo” se ha perdido y se deja el paso hacia una tercera persona, que propiamente dista mucho de serlo. Hoy estamos ante el “se”, es decir, Se habla, se actúa, se escribe, se conoce y sabe: el “se”, ostenta por el momento, los atributos inversos del sujeto humano. No es sujeto, no es consiente. A la filosofía que se abre se le define de algún modo negativo, estamos ante el umbral de una filosofía sin el hombre, una filosofía de la muerte del hombre.
Debemos por lo tanto comprobar la validez o invalidez de la tesis acerca de la extinción del hombre en un dominio relativamente autónomo, l a filosofía. La filosofía ha sido siempre una reflexión sobre el saber. Es una respuesta al “ti episteme” Socratico. La filosofía es una actividad secundaria, de limitado interés arqueológico, pero de innegable interés sintomático. La filosofía sirve por lo tanto de termómetro del saber.
Primera Parte: Promoción.
El conocimiento verdadero se consuma y de esta manera el alma deja de errar en el circuito cerrado de los cuerpos, se despega de las apariencias sensibles y se libera una inteligencia que se atiene al aspecto estable de las cosas. El conocimiento verdadero requiere de una inteligencia desvinculada de instancias sensibles y el mundo inteligible distinguido del mundo corpóreo. El ojo del alma y las ideas serán los requisitos del conocimiento. El alma de su sueño sombrío merced a algunos indicios del mundo inteligible, perceptibles en las sombras mismas, como reflejos o copias de ese mundo. El ama buscara las huellas de la belleza, en la singularidad y mutación continua de los objetos mundanos, buscara así mismo, la huella de caracteres permanentes. El alma, libre al fin del cuerpo y de la cambiante sensibilidad actualizara sus disposiciones inteligentes al emanciparse de las cadenas y volver la mirada a los objetos luminosos. El alma quedaría envuelta por la luz que irradian de esos objetos.
El proceso de conocimiento pude interpretarse y explicarse de varias formas, Sócrates explica el proceso a través de la iluminación que el alma recibe, la cual no irradia de los objetos, así mismo, el alma tampoco puede una luz mortecina que al contacto con los objetos luminosos se avive. Para Sócrates ni lo visto, ni la vista pueden ser causantes de esa luz que permite ver y ser visto, para que el alma contemple y las i9deas sean comprendidas se requiere de un enlace, por lo que para que la vista sea efectivamente y lo visible sea realmente visto, se requiere de un enlace que las conecte, las acerque y haga posible la visión, este tercer elemento lo constituye el conocimiento.
El conocimiento esta supeditado, a una condición del mismo que excede de vidente y visible y que funda la posibilidad entre ambos. De algún modo el conocimiento es un “don” divino. El bien, el alma y las ideas forman los tres elementos necesarios para conocer, el bien esta en una posición de difundir su donación luminosa, un alma liberada de instancias corpóreas y dispuestas a recibir su donación, un mundo inteligible liberado de sombras que oscurezcan su aspecto, su engranaje, sus articulaciones.
La epistemología platónica echa mano, de tres terminos con el fin de explicar el proceso del conocimiento, uno de ellos esta en desequilibrio, por cuanto funda la posibilidad de relación y comunicación entre ellos. Uno de ellos, el bien como dispensador y fuente de luz, abre el circuito del conocimiento. El problema central de esta epistemología radica en que el conocimiento como idea del bien constituye la enseñanza suprema y la más difícil y peligrosa, esto se debe a que la idea del Bien presupone todo acercamiento racional: el bien funda el logos y la posibilidad de ver y ser visto, hace posible un mundo inteligible, es condición de idealidad. El bien esta más allá de las esencias inteligibles, de las ideas. De algún mido pude ser idea.
Todo conocimiento de cualquier idea, presupone al bien como condición de ese conocimiento. Esta más allá de si mismo en cuanto sea idea. Excede del alma, de las ideas, de si mismo en tanto que idea de bien. El bien aparece al alma como idea, como idea de las ideas. Pero el bien mismo es la condición de esa aparición. Y esa condición ya no aparece esta ausente y velada. Lo que aparece tiene el estatuto de toda idea, es esencia “ousia”. Pero el bien en si mismo ya no es “ousia”. Entre el bien del alma y el bien en si mismo se produce un hiato que solo entre barruntos ha sospechado Platón. El alma no abarca y agota con su mirada toda la densidad de ese difícil objeto. Ya no penetra en su profundidad, en su ser, La dualidad de ser y aparecer abolida en la región ideal reaparece en el bien. Entre su apariencia, su aspecto y realidad media una separación. Y el alma ignora ya esa realidad.
El camino diseñado al alma es la continua reducción de la idea de bien que se forma. Se debe romper continuamente esa apariencia de bien que es el modo único como este se le hace presente a la vista. Debe ir mas allá de esa apariencia, hasta una realidad que ya no puede concebir, pero ello significa la ofuscación de la vista, el anonadonamiento de la inteligencia. De ahí que esta problemática epistemológica exija como único recurso, una salida mística. Al bien en si no se le puede conocer y ver. Pero es posible una infusión en su esencia, un matrimonio con el bien en que se satisface el deseo.
El conocimiento de la apariencia, de lo que aparece del bien no conduce a un conocimiento de su realidad íntima: no penetra en ella. Y la penetración ya no es conocimiento. Por eso el alma no es sabia, sino filosófica. La problemática epistemológica platónica exige un modo precario de saber que es la filosofía.
El saber filosófico es un saber que investiga las condiciones de posibilidad del conocimiento, por lo que resulta filosófico en sentido etimológico. Es un saber deficitario que debe contemplarse con un “no saber, que es “la vía mística”. Es un saber que mantiene y reúne dos momentos que en otras constelaciones campan por sus respectos: un saber que exige , a la vez, la vía dialéctica, que conduce al conocimiento verdadero y racional, y la vía mística que conduce al abandono de la vista y la infusión ciega de la bondad solar.
Un saber que mantiene a la vez teoría y eros, un saber impregnado de eros, un eros filosófico que palia su ceguera con un saber que se sabe deficitario.
El alma para obtener un conocimiento verdadero debe liberarse de las instancias sensibles y del juicio engañoso de la imaginación. El alma es una sustancia cuya naturaleza es pensar y para llevar a cabo esto es necesario seguir un orden que va de lo simple a lo complejo.
Las ideas que la mente se hace cuando realmente piensa, son evidente de suyo, claves simples y distintas. Poseen en si mismas el criterio de su propia verdad y certidumbre; su propia evidencia es condición de posibilidad y garantía de su conocimiento verdadero.
La actividad misma de pensar podrá comparecer al mismo como idea evidente justo como la idea primera, indubitable, que despeja al fin el asalto de la duda. La mente será para si misma idea evidente, la razón se vera así misma, se bastara así misma para conocer consiente de sus limitantes.
El conocimiento debe satisfacerse dentro de sus propios límites, no debe apuntar a ningún objeto excesivo que este más allá de los límites de la razón aunque posea los meritos del objeto de una teología. La unión mística se separa de la constelación epistemológica. Dios pasa a objeto del saber como idea evidente que la razón posee. La constelación epistemológica a partir de las semillas de la verdad se intentara construir el edificio del saber, desde sólidas bases la razón partirá del supuesto de ideas simples, claras y evidentes, con las cuales ira componiendo ideas complejas o deduciendo otras ideas menos evidentes.
La razón de este modo, esclarecerá todas las representaciones posibles, formando su propio templo de sabiduría, esclareciendo a la vez todas las representaciones posibles que hacia los cuerpos celestes y terrestres, esclarecerá todos los dominios del saber, desde la geometría hasta la teología.
¿Cómo conocer al hombre?: La ciencia del hombre debe adecuarse al objeto que investiga. No puede proceder mediante orden y pura razón. Debe reclutar las fuerzas reprimidas por el cartesianismo: imaginación, fantasía, desorden del corazón y confusión del sentimiento. El hombre solo puede ser objeto de saber en la medida en que se excede el saber y se anonada. El hombre es solo objeto de ciencia si nos salimos de la ciencia. El hombre señala el límite del cartesianismo. En medida a que este se dirige hacia ese objeto, se vuelve aporetico y suscita un movimiento semejante al del alma platónica, que indagaba su propio fundamento excesivo. El hombre aparecerá, al fin, de súbito de una nueva constelación: habrá comenzado la filosofía contemporánea.
El sujeto que piensa aparece ante la conciencia trascendental como objeto. El sujeto sabe que piensa y conoce, se conoce como condición de conocimiento. El sujeto aparece ante si mismo como objeto, es objeto para si mismo, para un si mismo mas radical, mas originario, que siempre esta detrás, que nunca aparece como representación que funda esta y hace posible todo conocimiento. Ese sujeto más originario no aparece en las primicias kantianas de la filosofía crítica. Se le supone y propugna, pero no se le conoce.
El giro copernicano de la filosofía se basa en que todo saber, todo conocimiento posee su fuente, no en un bien trascendente, no en la evidencia inmanente a una intuición, sino en una conciencia trascendental que se conoce y se sabe y que funda, en esa reflexión sobre si misma y sobre sus propias formas y configuraciones, la posibilidad de un conocimiento objetivo. La filosofía será a partir de entonces subjetivista, o no será., o se considera que el fundamento del sistema del saber es el yo o se incurre en el dogmatismo.
Segunda Parte: hegemonía.
La diferencia entre el hombree y animal radica en primera instancia y también como primera explicación en su conciencia, la conciencia en aquel ser que tiene por objeto su genero, su esencialidad, la diferencia hombre animal no radica únicamente en el hecho de que el hombre tenga una actitud científica, siendo la ciencia la conciencia de los géneros. La diferencia fundamental radica en que el hombre dirige ante y sobre todo, esa aptitud hacia determinado genero, sui propio genero. Solo el hombre posee esa facultad de tener conciencia de si mismo como genero o esencia.
Solo un ser que tiene por objeto su propio genero, su esencialidad, puede construir en objetos a otras cosas o seres. Esa conciencia originaria que el hombre tiene de si mismo constituye el punto de partida de sui conciencia de otros objetos. Y, siendo la ciencia conciencia de los géneros, ese conocimiento previo permite y posibilita toda ciencia.
El pensamiento no es la capacidad de expresar ideas mediante palabras, la posibilidad de unir representaciones mediante la composición de un discurso ordenado racional, es lo que distingue al hombre del animal. No es el pensamiento, ni la simple actitud de elevarse de la especificación de los objetos sensibles a la generalidad de los conceptos. La diferencia es más radical, ésta estriba en el hecho indiscutible de que el hombre tiene conciencia de si mismo como ser genérico. El hombre posee como dato inicial su propia esencia. En ello estriba sui diferencia con otros seres. Y en ello radica la condición de posibilidad de todo saber, conocimiento o ciencia.
“el hombre se conoce. Y esa reflexión primera esta en la base de todo conocimiento ulterior. El saber, ese sistema del saber que el idealismo intentaba fundamentar, descubre al fin su a priori irreducible, su punto de partida absoluto, su presupuesto, que es el hombre”[2].
La verdad es el hombre y no la razón en abstracto, la vida y no el pensamiento que queda sobre el papel y en el que halla su existencia plena y adecuada. El hombre es el objeto privilegiado de saber y condición de posibilidad, en la medida en que es conocido como totalidad, como hombre total y no como un recorte o abstracción.
El conocimiento debe dirigirse hacia el exterior, salir de sus delirios míticos especulativos y conocer las cosas visibles. Y, entre ellas la más visible, pero también la más sujeta a ocultamientos: el hombre. El hombre que se conoce es el mismo hombre que conoce, por esta razón el hombre tiene el privilegio de estar en el universo del saber, el razonamiento siempre presupone un ser que piensa, todo saber muestra la marca del hombre.
El problema de la esencia del hombre es el problema de la totalidad humana. El yo humano libre es centro de energía y despliegue a la vez cognitivo y practico. El problema de la esencia humana conduce de nuevo a dilucidar la diferencia específica del hombre con relación a los demás seres del universo. Se trata ante todo, de dilucidar algunos puntos concernientes a la esencia del hombre, en su relación con el animal y con la planta, y al singular puesto metafísico del hombre.
El hombre se diferencia del animal y de los seres restantes porque posee una clase de saber que solo el espíritu puede dar, el hombre posee un centro de actividad, un espíritu que es actividad pura. El hombre es un sujeto trascendental. Pero a su vez, es objeto en medida en que es analizable según los métodos habituales de las restantes ciencias humanas.
Todo el conocimiento de la realidad parte de hechos. Las ciencias humanas parten de hechos no de abstracciones o ideas. Lo importante es mantener constantemente ese ideal metodológico, por lo tanto se ha desvirtuado nuestro método, se debe proceder por la abstracción mediante una reducción de los hechos naturales a fenómenos observables en que se puedan percibir regularidades.
El método abstracto debe ser sustituido por un método cuyo objeto sea la totalidad humano histórica. Ese método que estudia la totalidad concreta es la dialéctica, el objeto de la dialéctica no es la investigación pura y simple del devenir de un proceso unitario objetivo, el terreno propio de de la dialéctica es la confrontación de sujeto y objeto, la investigación de las contradicciones y de la unidad supuesta de estos dos términos que tejen la trama del devenir humano, el hecho que investiga la dialéctica no es simplemente un objeto o un proceso objetivo. Al investigarse una sociedad determinada se esta investigando así mismo la forma de conciencia correspondiente al mismo. La dialéctica no estudia por separado ambos momentos, sino la ligazón necesaria entre ambos. Estudia la dialéctica real del sujeto y objeto.
La dialéctica debe romper con representaciones engañosas que produce la realidad aparente debe romper con la apariencia para penetrar en la esencia misma de la realidad socio – humana y comprender la naturaleza de esos productos que por su propia naturaleza enmascaran su propia esencia, su realidad de productos del trabajo humano. La dialéctica estudia el devenir, la historia humana, las formas objetivas que el hombre produce con su trabajo o praxis originaria.
Tercera Parte: El ocaso
El ser en el mundo no es ya el sujeto antropológico. El ser en el mundo es el a priori de ese sujeto, del mismo modo que la analítica es previa a una antropología. La tarea de la filosofía es definir la esencia humana abundando en los lugares comunes de una problemática que debe comenzar por eliminar toda idea engañosa de que el hombre se hace de si mismo, es decir, de toda abstracción.
Sin el hombre no hay saber. Sin el hombre no hay posibilidad de comprensión ni de intuición eidética , ni captación de sentido: el hombre presupone una conciencia trascendental, es fundamentalmente sujeto trascendente y la dilucidación de su esencia conduce, tarde o temprano a ese puerto seguro en que toda reflexión postkantiana comunica y se entiende.
Trías entiende que la filosofía no es un desapasionado ir a las cosas mismas, como propusiera Husserl, sino que la filosofía es un saber que demarca, que designa, que establece, de manera normativa, y por tanto en pugna o lucha con otras posibles concepciones, lo que es saber y no-saber. En este sentido, el punto de partida de la filosofía de Trías es crítico, en el sentido de que empieza preguntándose por el propio saber, lo cual, como bien indica el mismo autor, "significa una actitud de distancia y de desapego con relación a aquello por lo que se pregunta; significa una toma de conciencia bastante elevada de la problemática filosófica". Entender la filosofía como un saber normativo es darse cuenta de su función policíaca, según la cual la filosofía se configura como una superestructura respecto al saber mismo, marcándolo con el signo de lo que es saber o no saber. Antaño, dicha función la desempeñaba el saber mismo de forma inconsciente, como en el caso de Parménides y su clásica distinción entre la vía de la opinión y la vía de la verdad, pero ahora la filosofía, en la cumbre de su ilustración moderna, alcanza, en la filosofía del límite, a esclarecerse sobre la naturaleza de su proceder inconsciente.
Bibliografía:
Eugenio Trías. La filosofía y su Sombra, Paidos, Seix Barral 1983.
Me alegro que una persona piense distinto sobre la filosofia...EL HOMBRE, EL YO.
ResponderEliminarMe alegro que una persona piense distinto sobre la filosofia...EL HOMBRE, EL YO.
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