lunes, 31 de agosto de 2009

Conciencia historica

Cuando hablamos de la conciencia histórica estamos hablando de una de las características mas importantes del hombre en nuestros días, pues, el hombre ha sido un ser histórico, en la actualidad sabemos que la historia solo la hacían unos cuantos, y los demás solo la padecían. Hoy vemos que la historia se hace por todos, nos engloba y nos lleva entre sus brazos, todos somos parte de ella, la sufrimos, de la misma forma en que todos estamos inmersos en ella.

El hombre en la historia se hace presente de diversas formas, tanto activa como pasivamente dependiendo de la responsabilidad. Si vemos la historia actual vemos que en un modo pasivo los hombres se han inmiscuido en la historia a través de fuerzas extrañas, a las cuales el hombre opta por llamar, Destino o Dios.

“Y nada hay que degrade y humille más al ser humano que el ser movido sin saber por qué, sin saber por quién, el ser movido desde fuera de sí mismo. Tal como ha sucedido con la historia”[1]

Hoy vivimos en una realidad la cual tenemos que soportarla y padecerla, por lo que el hombre es un juguete de la realidad, de la historia, pero, cuando se llega al extremos de lo soportable, entonces se manifiesta, cobra la plenitud de su realidad, realidad en forma de historia, que se caracteriza por ser larga y a la vez a tenido que ser padecida por la mayoría de los hombres, por la masa, ya que le ha sido inasequible el único consuelo: decidir, pensar, actuar responsablemente o, al menos, asistir con cierto grado de conciencia al proceso que los devora. El hombre intenta rebelarse y al hacerlo corre el riesgo de aniquilarse, hundirse de manera tal que la historia comenzara desde un punto mas bajo aún de aquel en que se produjo la rebelión, un ejemplo de esto lo ha dado Occidente y el único modo de que el hundimiento no se produzca es hacer extensiva la conciencia histórica, al mismo tiempo que se abre cauce a una sociedad digna de conciencia y de la persona humana de donde brota. En pocas palabras, se traspasa un dintel jamás traspasado en la vida colectiva, en disponerse de verdad a crear una sociedad humanizada y que la historia no se comporte como una antigua Deidad que exige inagotable sacrificio. Es a través de la conciencia histórica que se puede lograr lo que la esperanza pide y lo que la necesidad reclama.

Con todos los descubrimientos extraordinarios de la física y de las ciencias todas, con sus prodigiosos adelantos de la técnica, lo decisivo de nuestra época es sin duda la conciencia histórica, desde la cual el hombre asiste a esta dimensión irremediable de su ser que es la historia. De tal manera que la perplejidad se hace presente y llega al extremo. Conciencia es ya de por si perplejidad, hacerse cuestión, dudar. Si se acepta algo como una fatalidad del destino o de los dioses, mas aun, si ni siquiera se ha sentido la necesidad de pensar en ellos como explicación de lo que nos sucede, lo soportamos simplemente, sin rebelarnos; se vive entonces resbalando sobre los acontecimientos que mas nos atañen, que ni siquiera se nos presentan dibujados, ni siquiera tienen un rostro, una figura ante nuestros ojos, por lo que no hay lugar para la perplejidad.

Estamos en un momento tal que la historia es asistida por el hombre, entramos en ella con más fuerza, con más lucidez que en otras ocasiones, hoy tenemos más y mayor conciencia sobre los conflictos, los problemas, y vemos a los conflictos como problemas. Esta nueva forma de ver a los conflictos es una novedad.

La historia nos muestra que en cada una de sus etapas ha existido una moral que las rige, la moral ha existido de la misma forma no ha faltado alguna vez los ojos de un censor de las costumbres públicas, mucho menos un juicio critico ante las desdichas. Todo eso lo ha habido, pero el hombre anteriormente no quería o no buscaba dirigir su historia, no le interesaba hacer una cuestión de ella sintiendo que en ella se jugaba algo decisivo de su ser.

La conciencia historia tiene como otra de sus características tomar en cuenta y pretender abarcar los acontecimientos que se suscitan. El hombre vive inmiscuido en la historia universal en un sentido horizontal como partes de un mismo drama, vivimos en losa sucesos ocurridos en latitudes diferentes y vemos que en cada época había un país que daba la nota dominante.

“El mundo hoy todo, o es un sistema, cualquiera que sea la estructura de este sistema, o genero de unidad tal que se necesita contar con la totalidad para resolver los problemas que en cada país se presenten. En el supuesto de que haya sucedido así en la realidad alguna vez.”[2]

En la vida de una persona puede acaecer que algo que esta sucediendo en otras latitudes sea un suceso que integre en su destino personal; mas tarde lo sabrá. Cuando el hombre se entera de este suceso se muestra indiferente y no se siente afectada por el mismo. Pero cuando esto no sucede así, llamamos Destino al conjunto de estas manifestaciones y al guía invisible que las preside. Pero si de antemano sabemos sobre el acontecimiento, el destino deja lugar a la conciencia y al afán de comprensión. La conciencia se ensancha, y no vivimos ya bajo el peso del destino, bajo su manto, sintiendo que lo desconocido nos acecha. Vivimos pues, en un estado de alerta, sintiéndonos parte de todo lo que ocurre.

No es el destino sino simplemente la comunidad la que nos envuelve, sabemos que convivimos con todos los que aquí viven y aun con los que vivieron, pues el planeta es nuestra casa. Convivir es sentir y saber que nuestra vida esta vinculada con los demás, convivir es saber vivir en un medio donde los acontecimientos repercuten, convivir quiere decir que la vida es ella también en todos sus estratos como sistema, convivir es saber que formamos parte de un sistema llamado genero humano.

Convivir es la condición esencial de la persona humana, que sentimos tan cerrada. Solemos tener la imagen inmediata de nuestra persona como una fortaleza en cuyo interior estamos encerrados, nos sentimos ser un si mismo incomunicable, hermético del cual queríamos escapar. La persona hoy vive en soledad y, por lo mismo, a mayor intensidad de vida personal, mayor es el anhelo de abrirse y aun de vaciarse en algo; es lo que se llama amor, sea a una persona, sea a la patria, al arte, al pensamiento.

El tiempo no envuelve, nos reúne y nos pone en comunicación con todo medio, pero también nos separa, es gracias al tiempo que nos comunicamos y es propio de hombre viajar a través del tiempo. El hombre como individuo habita un lugar en el tiempo, en este lugar convive con los demás que viven en dicho tiempo, y así sucede, que convivimos mas estrechamente con quienes mas alejados de nosotros viven en el espacio, viven en el mismo tiempo, que en otros mas próximos que viven en realidad en otro tiempo; con ellos podemos entendernos, y aun sin entrar en relación directa, actuar de acuerdo, coincidir en ciertos pensamientos.

Debemos ver que el tiempo es continuidad, herencia, consecuencia, el tiempo pasa sin pasar enteramente, pasa transformándose, el tiempo no es una estructura simple, de una sola dimensión, el tiempo pasa y queda, al pasar se hace pasado, no desaparece, ya que si desapareciera no tendríamos historia. El futuro no puede estar actuando, si el futuro fuese simplemente no estar todavía, tampoco tendríamos historia. El futuro debe presentarse como lo que viene, lo que esta por llegar, si del pasado nos sentimos venir, si fue nuestra salida el futuro es nuestra meta, sobrevenirnos en forma inevitable.

El futuro visto desde este punto nos permite vivir, no podríamos vivir sin esta presión del futuro que viene a nuestro encuentro, así mismo la presión es excesiva, por la inminencia de acontecimientos que nos sobrepasan, por lo que caemos en el estupor o nos sentimos aplastados o aterrorizados, o simplemente inertes, por lo que puede llegar una especie de parálisis causada por un futuro demasiado lleno o imprevisible en grado sumo.

El tiempo de la convivencia es que mas nos interesa, tiempo histórico sin duda, más bien sostén del tiempo histórico, pues sentimos la historia a través de ese tiempo de convivencia con nuestra sociedad, con aquella dentro de la cual estamos y nos movemos; aquella cuyos cambios deciden nuestra vida.

Hoy vivimos en el tiempo de un modo totalmente diferente en cada una de las formas fundamentales de convivencia. De aquí que las actividades publicas y aun los modos de vida en el modo de vivir normal de cualquier sociedad, sea una comunidad primitiva o en la sociedad mas civilizada un discontinuo. Toda civilización se inicia por un cierto ritmo marcado por el trato de la naturaleza, por las condiciones que imperan, el ritmo es de cierto modo la base de la civilización, de una sociedad. Y hecho sorprendente, del cual no sabemos si se han sacado todas las consecuencias, el hombre en estas formas primitivas de civilización no tenia tiempo propio, el individuo no gozaba de un tiempo suyo; no existía, pues, eso que hemos llamado tiempo de la soledad. Este tiempo de la soledad es el que corresponde al hombre que se sabe y se siente individuo. El que se retira del mundo por uno u otro motivo, se retira aun tiempo personal. No podemos desarrollar en plenitud la estructura en que el hombre hoy vive, los hombres tienen un ritmo diferente cada uno, se articulan de diferente manera, entre pasado, presente y porvenir.

El individuo esta viviendo en soledad ya sea de manera mas o menos pura e intensa consigo mismo, esto lo podemos ver desde el privilegio hacia ciertas clases, las cuales gozan del Ocio, esto lo podemos ver en Aristóteles, cuando se señalan las condiciones favorables para el cultivo del saber desinteresado, de la ciencia, de la filosofía.

Sin duda, el pensamiento esta ligado desde su origen a la soledad del hombre, a este apartamiento legitimo, pues el pensar sirve después a todos, sirve universalmente y esto el individuo lo ha realizado mediante el alejarse de todo lo que lo permea para encontrar por medio de la soledad, un instante preciosos que es el del pensamiento.

“La cultura occidental ha ido progresando hacia el individualismo, en este sentido con sus recaídas y marchas atrás inevitables, con los riesgos de la confusión y la perplejidad y de tantas soledades sin salida, precio de la ganancia indudable. Lo que fue privilegio, y mas tarde lujo, se ha ido extendiendo.”[3]

Este era el momento en que los grandes grupos de personas desarraigadas de la religión, escépticas ante los usos y costumbres heredados, no sumergidas en su clase, ni siquiera en su patria, tenían necesidad de pensar y saber. Era pues, el momento en que la filosofía desciende y se hace asequible, en formas tales como el estoicismo y el epicureismo. Este es el momento mas critico de la crisis, el cual marca un ensanchamiento de la conciencia individual, es en este momento cuando surge la convicción de la unidad del género humano, cuando se presenta con toda evidencia el hombre como tal.

Es aquí cuando aparece una forma más sutil de conciencia histórica acompañada por una cuestión, el hombre tenia sobre si misma la carga de un poder universal. La conciencia esta acompañada de responsabilidad, sin responsabilidad no habría conciencia y viceversa.

“en aquel momento aparecen en la conciencia de un solo hombre tres planos temporales de la vida humana; aun faltaba otro, que solo para algunos pocos, los que se habían atrevido a abrazar la fe cristiana, se les había revelado.”[4]

Esto quiere decir que si bien en este tiempo esta era la forma de convivencia familiar, la forma de convivencia con la sociedad a la que pertenecía, la forma de convivencia con todos en cuanto ciudadanos, en cuanto individuos. La familia, la sociedad y, ya, la historia universal.

Es a medida en que los hombres se sienten individuos cuando ejercen el poder y van teniendo tiempo de pensar, de dudar y hablar en voz alta. De ahí que todos los déspotas teman del pensamiento y la libertad, porque el reconocer esa instancia les obliga a confesarse, a salir de la comunidad inconfesable, ya que se confiesan a todos, lo que significa ser persona, actuar como persona cuando se manda.

Si bien en la historia estamos viviendo del pasado y yendo hacia el futuro, esto puede suceder de diversa manera. Pues en unos modos de vida predomina el pasado hasta cubrir con una especie de sombra el futuro, que parece como cegado. El pasado pasa y se vive bajo este peso, el tiempo transcurre externamente y solo es sentido como monotonía y casi como materia. El tiempo se hace material y más compacto.

El futuro oprime también para mostrarse y, entre el pasado y el futuro, el presente queda vaciado. Apenas es posible vivir y ni el deseo de morir puede aparecer por falta de ímpetu y de esperanza; es simplemente la imposibilidad de vivir, de seguir viviendo. Son situaciones extremas que rara vez aparecen en la vida personal y aparecen menos en la vida colectiva. Pocos habrán sido los momentos históricos en que todo un pueblo o parte de el, se habrá sentido de este modo. Lo señalamos justamente, como situación limite que puede medir otras que se le acercan.

Debemos sostener nuestro pasado a través del avance hacia el futuro viviendo con vistas a él, sin dejarnos tomar su vértigo. Cuando en un equilibrio dinámico conseguimos unir pasado y futuro, en un presente vivo,, pues siendo el tiempo nuestro medio vital por excelencia, habríamos de saberlo respirar como el aire.

“Hay un ritmo, un modo de moverse que es el “tempo” diríamos de la finalidad. En él no hay participación ni pausa innecesaria. Y aun régimen político se le puede juzgar por el ritmo que imprime.”[5]

De esta manera debemos tomar en cuenta, que se una crisis es el momento lago o orto, intricado y confuso siempre, en que pasado y futuro luchan entre si. Es el momento Historia en que la minoría sincroniza menos con las multitudes. Y aun las minorías entre si mismas. Las minorías no siempre están situadas de igual manera. Ante la inseguridad de los tiempos de crisis existe una minoría creadora que se adelanta abriendo el futuro en todos los sentidos de la actividad creadora. Además, sucede que al situarnos en una época pasada elegimos la situación más ventajosa, la que mejor ira con nuestras preferencias, eliminando de ellas los aspectos negativos que la realidad concreta tendría.

Estas minorías dejan desprotegido al pueblo y vive en modo inerte, que puede tornarse en pleno resentimiento, en una incapacidad para descubrir la belleza en la vida, en una forma de deserción que puede llegar a la amoralidad, en vuelta a veces en una rígida moral, por absurdo que parezca.

La moral en este sentido esta hecha de desdenes persistentes, de negociación a ver, pensar, percibir; a vivir en un modo integro. Pues nada podrá dispensar al ser humano que abrazar su tiempo, su circunstancia histórica. Esta es pues, la cuestión que se persigue desde el comienzo, es la persecución de una ética de la historia o de una historia en modo ético.

El alba de occidente puede explicarse mediante la tesis del libro “La decadencia de Occidente”, una tesis que aborda la creencia de la muerte de la cultura Occidental que bajo diversas formas se ha extendido, en cierto modo vemos que en los occidentales hay un sentimiento de mortal desgana que se venia amparando desde hacía tiempo en las minorías para ir descendiendo hasta la burguesía intelectual, mientras que por otra latitud las llamadas masas avanzaban en el escenario de la historia.

Estamos pues, ante la crisis indiscutible, una crisis donde algo muere y esto que muere, son las creencias, ideas vigentes, modos de vivir, así mismo, los grupos pierden y lo primero que se siente perder es la seguridad y el ancho tiempo que a ella corresponde. Cuando vivimos sobre las bases inconmovibles, en un cuadro fijo creemos poder disponer de todos ellos. Se vive en una especie de presente dilatado. Se ven llegar los acontecimientos y aun se puede tener la sensación de ir hacia ellos: la vida es un ir hacia delante con esfuerzo imperceptible o perceptible en forma de goce. Mientras que en la crisis no hay camino, o no se ve. No aparece abierto el camino, pues se ha empañado el horizonte.

No hay punto de mira, que es a la vez punto de referencia. Y entonces los acontecimientos vienen a nosotros. El tiempo pararé no transcurrir y de la quietud pantanosa, por una sacudida, por un salto llega en un instante lo peor. Se esta a la vez vació y aterrorizado. Es mas amplia, seria mucho mas amplia, la descripción de una vida en crisis, pero deliberadamente solo tenemos de ella un aspecto en relación con lo que nos ocupa: con ese sentir de muerte o ese creer en la muerte y dejándose prender de ella, extendido entre las minorías occidentales de estos tres últimos decenios., pues ante la muerte si no estamos preparados o maduros para ella la situación es que debemos sentirla venir a nuestro encuentro, como algo insoluble.

Los sentidos, los sentimientos o impresiones tienen su fuente y su centro de donde reciben su sentido. Solo que no lo solemos conocer y esos centros son muy pocos en el alma humana; el amor es uno de ellos, la muerte es otro. Nuestro vivir diario esta poblado de ellos y la influencia que estos tienen, se ha creído en la muerte sin más y en la Cultura de Occidente, porque indudablemente algo muere en cada crisis. Y aquellos a quien afecta esta muerte la extienden a todo el resto, mas como el hombre no es solo producto de la naturaleza simplemente, no puede hacer esto si no lo sabe, sino lo piensa. Los caminos y transformaciones históricas se dan a un ritmo mucho mas lento que en la vida individual, no se constatan sino en la crisis. Lo más terrible de estos cambios es que no se pueden situar, pues se ha perdido la perspectiva, no se pueden ver a modo de etapas inexorables.

Se podría pues creer que muerte nuestra cultura, especialmente en su núcleo occidental y mas antiguo, como lo es Europa, mas podría ser todo lo contrario, un amanecer, es pues una mezcla entre muerte y amanecer, eso es la crisis.

Si se piensa que el hombre apareció ya con toda su humanidad actualizada, la historia seria inexplicable. Inexplicable el hecho de las diversas culturas con su vida y muerte. Inexplicable que no haya podido establecerse en una forma de vida social, política y religiosa adecuada, en la cual sobre vendrían tan solo ligeras variaciones. La historia no tendría sentido si no fuera la revelación progresiva del hombre.

El humanismo ha transformado el ritmo histórico, hoy vemos que no es fácil decir lo que entendemos por humano, pues justamente hablamos de la historia como amanecer, de un proceso en el que el hombre se anuncia y es anunciado. Y no en modo uniforme cuando comienza a saberse. El hombre es un callejón sin salida de la naturaleza, y es también salida, el hombre más bien parece ser la salida única y posible, si es que de la naturaleza se parte para explicar la realidad. Cosa que revela una situación determinada, propia de de una cierta época en el conjunto de las explicaciones que el hombre ha dado de si mismo.

Descubrir un camino, abrirlo y trazarlo, es la acción mas humana porque es al mismo tiempo acción y conocimiento: decisión y una cierta fe que regula la esperanza en forma tal de convertirla en voluntad. Es pues la acción moral entre todas.

La esperanza no es un simple alentar, tiene sus eclipses, sus caídas sus exaltaciones, su momentáneo anegamiento, su resurrección.

No es posible que solo en Occidente el hombre alborease, allí donde primero apareciera, apareció como una aurora, como una herida, pero donde se filtre la luz a modo de sangre de la creación. El alba es trágica, es el momento en que la claridad aparece como herida que se abre en la oscuridad donde todo reposa. Es despertar y promesa que puede resultar incumplida. Mientras que el ocaso se lleva consigo el día ya pasado con la melancolía de lo que ya fue, mas también con su certidumbre y su cumplimiento.

Y como la luz del alba anuncia y profetiza la luz que saldrá de ella misma, que será ella misma en su logro, el hombre se anuncia a si mismo desde el primer momento en que aparece. Arrastra consigo una larga cadena de sueños plasmados, unos en criaturas vivientes, otros sin realidad aun. Nace el hombre como producto de un largo sueño, en el que va un designio inconmensurable.

El sueño por lo tanto procede a la acción, en el hombre quizás porque solo en los sueños capta primero la finalidad mas allá de lo que le rodea, de lo que aparece. Y avanza a tientas soñando activamente, ensoñandose. Padecer, soñar despertar, es el destino del hombre donde quiera que viva. El hombre se anuncia antes de serlo, se profetiza. Se profetiza porque es inmaduro y habrá de llegar un día en que alcance el logro de ser aquí, en este su escenario primero. Las utopías que impregnan en occidente son expresiones de este ensueño, y lo que expresan es una especie de votos de ser y humanizar en el que vive, su medio. Su medio que no es solo la tierra, sino de ese otro medio del que no puede evadirse la sociedad, así como de ese quehacer inexorable que es la historia.

El error más grave a que la humana condición esta sujeta no es equivocarse acerca de las cosas que le rodean, sino equivocarse de acerca si mismo, es decir, trastocar lo que espera o quiere, disfrazarlo o confundirlo.

La historia no es un simple pasar de acontecimientos, sino que tiene su argumento, porque es drama, por esta razón su transcurrir no es solo una simple continuidad, que existan dinteles, situaciones limite, en las cuales el conflicto no puede permanecer, esto sin duda ha sido visto, y el crimen, los crímenes hay sido ya cometidos. Es pues hora del conocimiento. Lo cual implica la conversión de la historia trágica en historia ética en Occidente.

Ante la conciencia despierta la historia se revela como tragedia y mas en occidente, en la tragedia el protagonista actúa sin saber, que en vez de saber primero y actuar después, en la claridad, ante las circunstancias descubiertas, se vea impulsado a obrar primeramente, pues el conocimiento que necesita lo obtiene padeciendo. Hay un conocimiento intelectual que se obtiene imposiblemente. Mas la historia no espera, no esperan las circunstancias sociales, políticas, económicas, que obligan aquellos que son los principales ejecutores de la historia, a los que están en el poder, a los que solos o colectivamente mandan.

La historia presenta el aspecto de una relativa transparencia, los acontecimientos pueden ser previstos y se tiene la impresión de que nada imprevisto puede llegar, nunca hasta ahora ha habido época alguna en las civilizaciones que conocemos en aquellos que el saber haya sido suficiente, en que el circulo de claridad en que el pensamiento se movía, coincidiese con la realidad. Cuando llega la catástrofe, entonces, solo entonces se sabe, este es un saber trágico pues llega a quienes han sido capaces de padecer lucidamente.

Otros aspecto trágico de la historia aparece cuando la tragedia no tiene autor, si la historia se comprende haciéndola y soportándola lucidamente, el tiempo que esto lleva es sobremanera largo para la vida del individuo, para la vida de una generación que ha de retirarse, que desaparece cuando llega al punto de entrenamiento. Si es que no ha sido devorada antes por alguna de las catástrofes de las que nuestra historia occidental es tan rica. Pues la vida humana se renueva por generaciones y estas marcan el ritmo.

La historia no es solo tragedia, también es juego, juego en el sentido de que la historia se ha hecho a ratos, jugando. Vivir, al menos humanamente, es transitar estarse yendo hacia siempre mas allá. Y como una vez y otra vez recaemos aquí, como no mas partir, volvemos, nos sentimos un tanto melancólicos, como fijados en un punto, nos parece que nos retienen a la fuerza. De ahí al sentimiento de sujeción no hay más que un paso.

“El hombre es espontáneamente una criatura ensimismada, pues hasta lo que le rodea lo siente parte de si o de su cárcel, lugar fijo, originalmente, vivir es transitar, irse yendo hacia otra cosa. Constitutivamente la vida corre y aun se escapa hacia una finalidad, tiene un objetivo. Basta no encontrarla tanto como es preciso o fatigarse de ella para recaer y sentirse siempre aquí, fijo, sometido a sujeción”[6]




[1]Zambrano, Maria. Persona y Democracia, España, Siruela, pp 12

[2] ibidem pp 16

[3] op cit, Persona y Democracia, pp 21

[4] ibidem, pp 21

[5] op cit, Persona y Democracia, pp 23

[6] ibidem pp 47.

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