domingo, 27 de diciembre de 2009

Y se acaba....

Estamos en el ocaso de un año más, las postrimerias del nuevo siglo ya se sienten viejas y putrefactas, se acaba una decada, y tal parece que nada se gana, entre violencia, odio y muerte, la barbarie se hace presente entre nosotros, he aqui una reflexión mas de violencia, que parece ser la reflexión justa de esta decada hoy ya perdida:

“Para ser libre, primero hay que nacer y poseer alguna voluntad en particular”



Para analizar la situación actual en la que se encuentra el hombre la frase Hobbesiana de: “El Hombre es el lobo del hombre”, no suena tan descabellada, la violencia esta en todos lados, ya no solamente se trata de atentados terroristas, de grupos insurgentes o rebeldes, la violencia es una constante, la vemos en nuestra localidad, en nuestra propia colonia, en la escuela, cada vez somos más violentos, orillados por las ganas de superar y estar por encima de alguien, por el mero instinto de dominación, de supremacía, somos cada vez más animales.



Hemos perdido nuestra capacidad de dialogo, la falta de logos, ha generado en el hombre una descomposición, incluso podemos decir que: “Los hombres no han inventado aún un instrumento mejor que las armas para servir al instinto político”[1].



Ya no somos capaces de articular palabras, incluso nuestras palabras son hirientes, llevan un grado de violencia, en vez de ponernos de acuerdo y conformar un acuerdo, nos limitamos a la descalificación, al “valemadrismo”, son pocos los que escuchan y llegan a un entendimiento, pero bueno, ya lo dice el aforismo: “Quien tenga oídos que oiga”, pocos saben que los tienen, esos que no saben oír y dialogar son los violentos.



Pero no estoy hablando de personas sin preparación habló de gente de la elite, de los gobernantes, hablo de diputados, senadores, síndicos, jefes de Estado, en fin de las personas de la clase política de los que buscan y tienen el poder, de ellos hablo, también, hablo de grupos extremistas, de los ultras, de los radicales, de aquellos que han olvidado el dialogo, hablo de los que se esconden tras el pasamontañas, que con el pretexto de “Alerta Roja” buscan la intimidación, el miedo, hablo de aquellos que descalifican las formas de pensar del otro, hablo de los que justifican acciones intervensionistas, por no ser países democráticos, bajo el pretexto de “ejes del mal”, en esa idea de democratización, bajo esa idea está la óptica del predominio económico del mundo, del punto estratégico para la inversión, el dominio y control político, en ese camino de violencia vemos como la humanidad se destruye poco a poco, en este momento allá afuera hay violencia, hay descalificaciones, hay una destrucción de todo lo humano, de todo lo que es el ser, esa violencia que se presenta hoy en día, han dado como resultado una crisis de espíritu, cultural, educativa, política, social y económica, la civilización a consecuencia de la violencia nuestra de cada día se ha vuelto oscura, se encuentra en la mera apariencia, se ha alegado del ideal de convivencia y de tolerancia, ha perdido sus niveles y grados de libertad, ya no se es libre y todo lo que construye se cimienta sobre ruinas.



Pero la cuestión no es con relación al hombre como un ser violento, o justificado en y con la violencia, sino la sociedad, la sociedad se ha vuelto enferma, esa enfermedad ha infectado al espíritu, al hombre con capacidad de logos, con la capacidad de razonar, el hombre se encuentra en decadencia, producto no de su acción, sino de la acción de una sociedad, la sociedad es una “naranja mecánica” la cual trata en contra sentido ala libertad del hombre en detrimento del bien colectivo, En Naranja Mecánica de Anthony Burgess, se plantea al igual que esta disertación, hasta que punto es legitimo lo colectivo, a través de sus representantes o ¿acaso son los representantes los que deciden en última instancia por lo colectivo? ¿Hasta que punto existe una justificación para destruir al individuo en función del interés general?.



Estas preguntas son el resultado de una visión de la realidad enferma, de una sociedad limitada, donde el hombre se mata, donde todos somos enemigos, donde lo único que importa en la idea de sociedad es la competitividad, lo importante es pasar sobre el otro, donde el egoísmo esta presente entre nosotros.



La maldad humana es, en realidad, la impotencia para el bien, que nos es ajeno por naturaleza. No podemos obrar el bien y, sin embargo, algo dentro de nosotros, pero ajeno a nosotros, nos exige que lo hagamos.



Confrontada por la ética a hacer el bien, y no sólo a titulo meramente formal y externo, intimo y autentico,.



La violencia ha pasado a perder el logos, dejando de lado la razón, hoy el hombre se preocupa mas por su bienestar, por las delicias del dinero, de la aparente paz, del nivel adquisitivo, pero no se da cuenta de que la amenaza continua, de que sigue siendo parte de la “servidumbre voluntaria”, el hombre quiere olvidar por completo hacer tabla rasa de lo que pasa se ha vuelto perezoso. Hoy la sociedad es decadente e indiferente, es un agotamiento del sistema y de las garantías, es una caída, hoy la civilización esta en el fondo producto de la constante violencia, donde se encuentra entre otras la estrepitosa caída de la legitimidad de gobierno.



La etapa actual ha abierto más la brecha entre el desarrollo de las potencias y los países subdesarrollados, de ahí que otro de los elementos producto de la violencia sea la abierta y más profunda distancia entre los poseedores y los desposeídos.



La crueldad, tan común en el ser humano desde sus primeros estadios, aparece como una fórmula más a escoger para su esparcimiento; una opción válida según los cánones aprehendidos del entorno hiper - individualista y desestructurado en el que viven, donde otras preocupaciones (vivienda, trabajo, dinero) priman sobre una familia y una educación decadentes o inexistentes, incapaz de atajar los instintos agresivos en sus primeras manifestaciones. Voluntad y violencia: rasgos reconocibles, lugares comunes muy visitados en nuestra sociedad.



La violencia esta en todos lados, ya no somos lo suficientemente humanos, nos hemos perdido el uno al otro: “Todo se relaciona en el entendimiento humano; la oscuridad de una idea se difunde entre las que le rodean. Un error proyecta sombras sobre las verdades contiguas, y si acaso hay en la sociedad hombres interesados en formar, por decirlo así, centros de sombras, hasta el pueblo se verá inmerso en una profunda oscuridad.”



La historia de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia de la lucha, de la violencia de la historia escrita con sangre y armas, de una división entre dominantes y dominados, explotadores y explotados, es pues necesario decir que, si bien no estamos a favor de la violencia, fue a través de ella, como se consolido la sociedad, pero ojo, después de ello, el hombre debe de establecer valores y formas, que se traducen en un “contrato social”, pero en una parte de este proceso, no hemos estancado, pues a pesar de querer de llegar a la convivencia y de formarnos un ideal de sociedad, el hombre se ha perdido en su arrogancia, pues el hombre es codicioso, es enfermizo, cuando tiene el poder se vuelve arrogante y quien no lo tiene lo desea, el poder es uno de los problemas por los cuales hay violencia, pues es una tentación, tal y como lo entiende San Agustín, la peor de las tentaciones es la tentación del poder y todo hombre busca poder, quiere y anhela el poder, el dominio



El poder se limita a proteger la explotación, más no la crea. El fundamento de su explotación es la relación entre el capital y el trabajo asalariado; esa relación nació por vía puramente económica no fue resultado de la violencia[2].



¿Qué es la violencia y el poder? Violencia es la intervención física de un individuo o grupo contra otro individuo o grupo. Tiene por objetivo destruir, dañar, coartar. Se ejerce contra la voluntad del que la sufre (aunque existen excepciones como el suicidio o por actos provocados por la víctima con fines propagandísticos).[3]



No se debe confundir con el poder. El poder es la modificación de la conducta de los individuos o de los grupos dotado por lo menos de un mínimo de voluntariedad. La violencia es la alteración perjudicial del estado físico de los individuos o grupos. El poder cambia la voluntad del otro; la violencia el estado del cuerpo o de sus posibilidades ambientales e instrumentales[4]. La violencia se distingue del poder, la fuerza o el poderío en que siempre requiere implementos.



“Donde no existen intereses comunes no puede haber unidad de propósitos y mucho menos de acción.”



El poder a través de la intervención en la voluntad ajena genera en el hombre una conducta interna o externa, pues cuando se da una intervención en una voluntad ajena se conjuga la creencia, con la no creencia, la acción y la omisión. Por otro lado con la violencia lo que se genera es una intervención sobre el cuerpo del otro obteniéndose así una omisión, una imposibilidad, es recluir a la victima para que esta haga lo que se desee, pero no es mediante la alteración del estado físico y mental del individuo como se llega a obtener resultados socialmente positivos, no es mediante la justificación de la violencia como se puede llegar a establecer un régimen democrático. “Así como no se le puede obligar a creer en algo, y ni siquiera impedirle creer en algo, a no ser que se recurra a la medida extrema de eliminarlo”[5]



En un claro rechazo a la violencia, esta no puede generar riquezas, la violencia es un acto lamentable que lo único que genera es la desarticulación y el despojo de las riquezas, provoca el cambio de propietarios, pero no la generación de riquezas, en la justificación de la violencia se obtiene un acelerador del desarrollo económico, un mero puente para salir de la desaceleración económica, por lo tanto:



“ El poder no es mesurable en términos de riqueza. Una abundancia de riquezas puede llegar a corroerlo. La riqueza pone en peligro tanto el poder mismo como el bienestar de las repúblicas”[6].



El papel de la violencia no es deseable, la violencia sólo genera más violencia y es la violencia la manifestación más flagrante del poder. Debe quedar claro que en estricto sentido el poder es la capacidad humana no sólo de actuar sino por si solo, sino de actuar en conjunto, el poder es suma de esfuerzos, la violencia es el restar esos esfuerzos, no es el poder para uno sólo es para un conjunto y el poder permanece en el pueblo, en la comunidad y no en la mera elite, si el poder no radica en conjunto, es porque ese conjunto se ha desintegrado y no es posible el control del mismo, lo cual generaría violencia, justificada como sed de poder, el binomio hasta aquí presentado nos dice que el poder y la violencia están juntas, se sobrellevan, el problema se presenta cuando la violencia se presenta de forma pura, es decir al extremo.



Hasta aquí queda claro que la violencia es un fenómeno político, El Estado al detentar el monopolio político de la represión física organizada minimiza los fenómenos que se presentan y se generan desde el propio poder. Cuando existen protestas, levantamientos, estos se originan por el desgaste de las mismas instituciones.



No es un secreto que las instituciones del Estado recurren constantemente a la violencia (represión) para mantener sus privilegios, realizando actos contra lo que atañe a su poder, contra todo acto revolucionario, subversivo o terrorista, todo acto que la elite considere en contra de sus intereses, dando la idea de una armonía en torno a la vida social que es interrumpida por personajes subversivos que conspiran contra las instituciones y contra el Estado mismo. La política es una lucha por el poder.



Partiendo de la crítica liberal la violencia se caracteriza por su estructura. En dicha estructura nos encontramos que los sistemas de dominación del Estado garantizan el funcionamiento del mismo, por lo que requieren de instrumentos coactivos justificados que en la mayoría de las ocasiones se sustenta en un marco legal ineficaz.



En el sentido radical que impera dentro de la izquierda política y sobre todo dentro de la visión de muchas de las corrientes que han optado por la sublevación y la lucha armada, sólo se reconoce la política dominante cuando ésta se presenta en su desnudes represiva.



Debemos entender que la violencia política no es un fenómeno marginal, pues la violencia que emana de la política se fundamenta en la política misma hoy en día y queda claro cuando vemos que son los dominadores los que ejercen la violencia en la política, al sentir suyo ese derecho. Y eso ocurre porque:



“Quienes tienen el poder y sienten que se desliza de sus manos, sean el gobierno o los gobernados, siempre han tenido dificultad en resistir la tentación de sustituirlo por la violencia.”[7]



También entendamos que la violencia es un factor activo en todas las sociedades. La violencia: “Se encuentra presente en todas las manifestaciones sociales de la vida cotidiana abarcándolo todo”[8]



Cuando se produce el triunfo de la violencia sobre el poder se hace más evidente nos encontramos ante el terror, ante el miedo e intimidación que el Estado utiliza para mantener el dominio. Recordemos el caso francés post Revolución Francesa cuando partiendo del terror se empleaba el dominio, dicho terror no era propiamente la violencia. era más bien la forma de gobierno naciente de la violencia, si diéramos una definición de Terrorismo sería la forma de gobierno que nace de la violencia y la perdida del control político



“La eficacia del terror depende casi completamente del grado de atomización social. Debe desaparecer toda oposición organizada antes de desatar el terror en toda su fuerza”[9]



La violencia no puede ser abolida para siempre. Se puede atenuar o incluso evitar por periodos largos, pero se mantiene siempre como una amenaza latente. Por ello y apegando nos a arlos Pereyra en su texto “Política y Violencia” cuando la violencia esta ausente en la sociedad, se debe a:



1 Que existen formas pacificas que garantizan el mantenimiento de las relaciones de dominación.



2 Que con la existencia de un aparato institucional, llámese democracia política, organizaciones sindicales, ONG, etc., se debilita la dominación de la elite.



3 Que la violencia no se puede gestar del todo dentro de una tradición liberal – democrática.



4 Con el desarrollo de la educación y una cultura general, la violencia disminuye sus posibilidades como acción.



5 El crecimiento económico beneficia incluso a los sectores dominados



6 La existencia de relaciones sociales estables determinan sin fricciones notables el lugar de cada grupo o clase en la producción.



7 La presencia de una oposición al poder político establecido, con la fuerza necesaria para imponer reglas de mutuo respeto.





“Sin embargo, ni siquiera un país en el que confluyan algunos de estos elementos o la totalidad de ellos, está definitivamente a salvo de una recaída en la violencia”[10]



La violencia institucionalizada lo que busca es que la sociedad interiorice la inevitabilidad de la represión, donde la sociedad pierde su capacidad de asombro y de indignación ante el atropello brutal, de ahí que nunca sea suficiente la insistencia en la necesidad de trascender el círculo hipnótico de la violencia cuando se impone como una trampa mortal por el poder, mediante la organización amplia y la definición precisa de acciones políticas que puedan, al menos, neutralizar esa violencia institucionalizada por el poder.



La lección para los gobernantes es clara cuando se sustituye al poder con la violencia si bien se puede lograr la “victoria”[11], pero aún precio muy alto; pues no solo es costoso para los vencidos, sino también para los vencedores, ninguna victoria donde la violencia este presente representa un costo menor, cuando se usa la violencia no hay “ni vencedores ni vencidos”, solo la perdida de libertad existe cuando el poder usa la violencia como medio de dominación.



El binomio de poder y violencia es la esencia de todo gobierno, no obstante no le confieren legitimidad, cuando se pierde legitimidad se coarta la libertad de los demás, y la perdida tanto de la legitimidad y libertad hacen propicia la generación y la necesidad de sustituir ese vació producto de la perdida por la violencia y mediante la violencia.



“Nunca ha existido un gobierno basado exclusivamente en los medios de violencia.”[12] A menor legitimidad mayor violencia. La perdida de legitimidad se traduce en una perdida de poder y una perdida de libertad, donde el uso de medios violentos es necesario, dichos medios sí bien no logran restaurar la legitimidad y libertad deteriorada sí llegan el poder disminuido, cuanto más si se ha logrado derrotar a la oposición armada.



La violencia empleada, a fin de cuentas, no sustituye el poder sino a la legitimidad. La violencia puede ser justificable, pero nunca será legítima. La violencia siempre precede a la destrucción del poder, el poder no puede salir de los fusiles. El dominio de la violencia aparece cuando el poder se está perdiendo.



“Violencia y legitimidad son términos contrarios; donde una domina por completo, la otra está ausente. Violencia y poder son términos complementarios; cuando éste flaquea, aquélla se dispone a respaldarlo”[13].



Retomando el tema de terror visto como una forma extrema de violencia, este busca destruir toda oposición organizada al sistema. Cuando el terror impera y se implanta en una sociedad lo que ocurre es una insuficiencia de aparatos legales de control, de una perdida de la libertad misma, no hay garantías de libertad cuando lo que impera es el terror, el miedo no es amigo de la libertad, por lo tanto un Estado policial sólo surge cuando los procedimientos de dominación se ven rebasados



Ninguna transformación decisiva de la organización social ha sido posible sin enfrentar el poderoso aparato represivo del Estado constituido. Quienes se oponen a la estructura política establecida no son, contra lo que ha diario nos insinúan los de comunicación, los que introducen la violencia en la lucha política; por el contrario, son las víctimas principales de esa violencia.



“Los disidentes no escogen el camino violento cuando por periodos prolongados son la minoría, un sector débil, aislable y sin arraigo efectivo entre la población. La violencia siempre es introducida por quienes ejercen el poder”[14]



La cuestión política decisiva es la de quién domina a quién, es decir, el problema del poder, el cual orienta estratégicamente toda la actividad de las fuerzas políticas en pugna. El problema del poder no es siempre el problema inmediato a resolver. El problema a resolver es el problema de la libertad y la garantía de esta en un sistema político que conlleve a la convivencia racional y efectiva, al dialogo y al entendimiento, sin estos principios la libertad se pierde, la libertad se transforma en violencia, violencia no solo de Estado, sino violencia social disidencia, descontento sublevación, todo ello es producto de una libertad corrompida, de una libertad que si más ha perdido su razón de ser en la sociedad.



No perdamos la libertad, ni la dignidad humana, desgraciadamente y como comente al inicio de esta reflexión aún “El Hombre es el Lobo del Hombre”,, con la caída de La Torre de Babel comenzó la violencia y la desigualdad, comenzaron las diferencias, la falta de entendimiento y la razón injustificada del uso de la violencia como medio de dominación. Quiza sea momento de levantar una nueva Torre en medio de esta singular y putrefacta decadencia.



Bibliografía:



Carlos Pereyra, Política y Violencia, FCE, México, 1974.



E. Nicol Metafísica de la expresión, FCE, México, 1974.



Federico Engels, Anti-Dühring. La subversión de la ciencia por el señor Eugen

Dühring, Grijalbo, México, 1962.



G. Colli, El libro de nuestra crisis, Paidos, Madrid, 1991.



Hannah Arendt, Sobre la Violencia, Cuadernos de Joaquín Mortiz, No. 8, México, 1970.



Immanuel, Kant, Critica de la razón pura, Porrua, México, 1982.



Mario Stoppino, “Violencia”, en Norberto Bobbio (et. al.), Diccionario de Política, Siglo XXI, México, 1994.













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[1] G. Colli. El libro de nuestra crisis, Paidos, pag 30.

[2] Federico Engels, Anti-Dühring. La subversión de la ciencia por el señor Eugen Dühring, Grijalbo, México, 1962, pag 143.

[3] Mario Stoppino, “Violencia”, en Norberto Bobbio (et. al.), Diccionario de Política, Siglo XXI, México, 1994, pag 1627.

[4] Ibidem pag 1627.

[5] Mario Stoppino, “Violencia” en Norberto Bobbio (et. al.), Diccionario de Política, Siglo XXI, Tomo 2, México 1994, pag 1627.

[6] Hannah Arendt, Sobre la Violencia, Cuadernos de Joaquín Mortiz, No. 8, México, 1970, pag 15.

[7] Ibidem, pag, 77-78.

[8] Carlos Pereyra, Política y Violencia, FCE, México, 1974, pag 9.

[9] Hannah Arendt, op. cit., pag 50 - 51

[10] Carlos Pereyra, op. cit., pag 16-17.

[11] Ninguna victoria es valida cuando esta deviene del uso irracional y desmedido de la fuerza.

[12] Hannah Arendt, op. cit., pag 47.

[13] Ibídem, pag 49.

[14] Carlos Pereyra, op. cit., pag 36.

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