domingo, 27 de diciembre de 2009

Tiempo de Guerras: El conflicto mundial desde la Óptica de Peter Sloterdijk

"El Final de la carrera de armamento sólo puede ser, por la línea de la guerra"



Introducción:



Es tiempo de guerras, tiempo de conflictos bélicos, tiempos donde la mesura se escapa de nuestras manos, donde el conflicto y la dicotomía del amigo enemigo se hacen visibles, tiempos donde la política enarbola la bandera de la guerra y las relaciones entre naciones son un magnifico negocio para las grandes transnacionales. El tiempo así es un tiempo de pánico como argumento central de la política hoy. Donde el terrorismo es hoy la practica recurrente de la humanidad.



El medio ambiente huele a terror, se respira terror por todos lados, la violencia es el pan nuestro de cada día. Sloterdijk considera a la práctica del terrorismo, el concepto de diseño productivo y la reflexión en torno al medio ambiente como un tríptico organizador de un estilo de muerte: Pues es desde el medio ambiente donde se abre hoy una necesidad de supervivencia y de autoconservación, es el medio ambiente el que nos recuerda que el mundo y el hombre están insertos en una lucha por el control y el dominio.



Las luchas de hoy son luchas por los recursos ambientales, por los energéticos, por los alimentos, por el agua y las necesidades básicas que deben de cumplirse de manera universal.



El ambiente es preocupante cuando se observa que el hombre noi es un sujeto satisfecho, que su satisfacción total no es posible, pues incluso una necesidad tan básica como el aire que respira esta contaminado, el aire, el agua, la tierra y el petróleo son hoy fundamentales para el progreso, los recursos se terminan y por ello se busca acaparar los mayores recursos, de tal suerte que la carrera armamentaria centra sus intereses en aquellos lugares que hoy por hoy son yacimientos importantes de energía, por lo que se desatan cambios de interés, que ya no sólo son parte de la conquista territorial, sino de conquista energética.



Asi pues desde la concepción sloterdijkana los cambios en los medios de agresión al semejante surgen a partir de la satisfacción y el interés de satisfacer al hombre para que este se encamine hacia un progreso, bajo el enfoque de la autoconservación. Así que hoy vemos como se arrebata la vida arrebatando los medios que permiten vivir, en una comedia económica de la asfixia.







El Conflicto Mundial desde la Óptica de Peter Slotedijk



Sloterdijk considera que es a partir de 1915 cuando comienza la era de la inflexión en una genealogía de las armas de guerra donde se marca el inicio del uso del medio ambiente como vía estratégica para la aniquilación bélica, pues es en ese año cuando los alemanes derraman sobre las trincheras francesas ayudados por vientos favorables 5.700 botellas de gas mostaza.



Así se inicia el uso de la biotécnica con fines bélicos capaces de causar grandes atrocidades y sobre todo sembrar en el aire el olor cadavérico y desagradable que tiene la muerte cuando esta es violenta y fue ocasionada a partir del usos de las armas, así esta fecha marcará la introducción del medio ambiente en la contienda entre facciones. El campo de batalla se ha ampliado hasta la atmósfera.



De esta manera entran dos variables nunca antes vistas al juego del arte de la guerra, del arte bélico, por un lado surge y se da la colaboración individual del sujeto hacia su propia destrucción, las armas que usa en el futuro serán usadas para matarle, entra el individuo en su propia destrucción cuando este a través de los procesos vitales se exige la apropiación del medio ambiente, haciendo del medio ambiente un factor privado y de lucha de intereses, antes que ser un bien universal.



Por otro lado la dimensión del tiempo es considerada otra variable, pues se expresa a través de la latencia en la atmósfera de determinadas sustancias invisibles, y a través de la incubación en el cuerpo de esos mismos agentes.



Hay nubes de muerte encima de nosotros, dificultándonos la obtención de recursos, aire, agua, oxigeno, las nubes arrastran muerte e interés de algunos, el viento no nos deja respirar de forma pura, respiramos arsénico y plomo en cantidades que parecen industriales, la contaminación ambiental se vuelve una arma que el hombre ha creado para su propia destrucción, el tiempo se ha encargado de hacérnoslo saber aunque demasiado tarde.



El aire por tanto es el terreno más fértil para sembrar el terror, asi surge lo que Sloterdijk considera los principios para sostener que lejos del terrorismo como tal estamos ante la presencia del atmoterrorismo



El terrorismo amenaza con eliminar las condiciones de vida de toda la especie. Una ataque químico o bacteriológico como posibilidad de las nuevas formas del terrorismo, eliminarían de modo radical la capacidad de vivir, no apuntando ya sólo al cuerpo del enemigo según los métodos de la guerra convencional, sino estableciendo las condiciones de imposibilidad para la vida de ese cuerpo.



Debemos entender que el exceso objetivo no es otra cosa que el exceso en una discordia estructural la cual caracteriza nuestra forma de vida, a grado tal que se inserta en sus fases saturadas y en los intervalos belicosos. Al final de la Segunda Guerra Mundial, los potenciales armamenticios apenas alcanzaban para una aniquilación repetida de todo habitante de la tierra; en el preludio de la tercera, el factor de la aniquilación se ha centuplicado, incluso multiplicado.



Estamos hoy dentro de una atmósfera que se caracteriza por el signo del overkill, una atmósfera cada vez más espesa, así el factor overkill se multiplica de manera constante de tal suerte que dicho crecimiento se convierte en el agente decisivote nuestra historia, siendo así las estructuras overkill capaces de arropar el transcurso del sujeto propio del desarrollo actual. En las estructuras overkill fluye tanto el mundo primero como el segundo, en las estructuras fluye un descomunal contingente de trabajo social, hoy los flancos se disponen para una nueva escalada.



La tarea de las relaciones internacionales en el espacio de la política es la de plantear las preguntas pertinentes y duras ante las realidades presentes, entre las que destaca el cuestionamiento de soportamiento entre los hombres: ¿Por qué los hombres se soportan en un mundo donde todo parece estar podrido? Sin duda la pregunta es pertinente, pero más allá de ella se encuentra el cuestionamiento relacionado con la obligación de prepararse ante una atomización mutua.



De está manera el papel del hombre debe ser la de dejar de lado al contemporáneo endurecido, habituado y cínicamente versado que lleva en sí mismo. El hombre de las ciencias sociales debe entender y tener una comprensión de la guerra entendida a partir de la raíz y consecuencia del principio de autoconservación, entendiéndose desde la consecuencia de autoconservación que impera en la competencia de los grupos políticos.



Así pues la guerra ha servido desde la antigüedad como un medio para imponer y defender la integridad, la identidad y la forma de vida de una sociedad frente a la presión del rival. Así la guerra representa el último recurso de aquellos que cuentan y buscan preservar su derecho natural de la autoconservación del grupo individual, así como la legítima defensa que se presenta ante el potencial bélico de los grupos.



“Quien combate por su propia vida y sus formas sociales está, conforme al sentir de todas las mentalidades hasta hoy día realistas, más allá de la ética de la paz. Ante la amenaza de la propia identidad se ha derogado la prohibición de la muerte. Lo que constituye el tabú fundamental en tiempos de paz reconvierte en tiempos de guerra en deber; es más un máximo en asesinato es considerado como servicio especial”[1].



Hoy las éticas militares han eliminado la imagen del héroe agresivo, pues dicha imagen, podría perturbar la fundamentación defensiva de la guerra, los héroes hoy quieren ser meros defensores, héroes de la legitima defensa, insertos en un cinismo militar, donde la huida constituye una acción más vieja que el ataque, pues el hombre es mas un animal predador que un animal guerrero, que no obstante y gracias al descubrimiento de las armas logra constituirse como un guerrero.



“Quien esquiva puede en un principio asegurar mejor sus oportunidades de supervivencia que el confrontador. Si se entiende la cobardía neutralmente, como inclinación primaria a la esquivación, tiene que poseer, en la economía humana de los instintos, la preeminencia ante el placer de la lucha. Consiguientemente, huir es más inteligente que quedarse ahí. El mas inteligente cede”[2]



Si hay algo que pueda conjeturarse acerca de la adecuación originaria de la psique humana a la lucha y a la guerra, es que ella esquiva más que golpea así pues el hombre se hace cobarde pero al final así es feliz., así la defensa significa de manera filosófica autoconservación. La autonegación cínica de toda moral es dirigida por el principio de autoconservación, que anticipa el caso grave y se equipa militarmente con una desilusionada ética de estilo libre



Desde esta perspectiva del mundo en la actualidad nos salta a la vista la propagación del principio de defensa como principio de autoconservación, entre la convivencia de las grandes potencias se carga siempre una arma defensiva a fin de lograr un control mediante la realización constante de amenazas, así las grandes potencias están cara a cara como gigantes de la legitima defensa.



Así y bajo el principio de conservación las potencias fabrican instrumentos de destrucción para así defenderse, los instrumentos que se fabrican para obtener la preservación y ostentar una legitima defensa son suficientes como para aniquilar no sólo la vía humana, sino la animal e incluso la vegetal, por ello a la sombra de las armas atómicas se pasan por alto las delicatessen letales de los biólogos y químicos de la guerra.



La propuesta de Sloterdijk es que no se debe ni se quiere imputar a ningún bando ni a ninguno de los responsable los motivos desacostumbradamente malvados, así en el marco de lo posible cada uno tiene los motivos suficientes para realizar cuanta acción pueda a fin de autoconservarse, empero el marco mismo de la realización de actividades muestra sus perdidas, por ello parece que cierta forma de realismo se ha acercado a sus fronteras inmanentes, a saber, aquel realismo que recogió en su cuenta la guerra como ultima ratio de la autoconservación política.



En el panorama actual la política del desarme comprendió que no debe romperse de manera retroactiva la vara de la justicia sobre este realismo, dicho realismo tuvo su época y realizo su obra, quizá en lo bueno y ciertamente en lo malo, pero es necesario afirmar que esta ultima ratio está agotada, por ello la política del desarme ha comprendido lo anterior sólo de forma aparente.



Atrás de la política del desarme no existe una real clarividencia, esto queda de manifiesto cuando los socios que participan en las negociaciones muestran y hacen un doble juego, aquí los socios participativos mientras conversan, siguen armándose de forma por demás frenética así surge entonces la cuestión de si debemos armarnos solamente o armarnos y hablar, siendo esta ultima opción la que menos debe salir a flote, así pues para llegar al final de la carrera bélica, la única línea por la que se puede pasar es la guerra, debido a que las multiplicaciones de este principio de defensa excluyen cualquier otra posibilidad. Asi pues de be entenderse que “Los hombres no han inventado aún un instrumento mejor que las armas para servir al instinto político”[3].



“La última guerra se ha convertido en una cuestión interna de la humanidad armada. En ella se trata de romper el principio de la dura autoconservación, con su arcaica y moderna ultima ratio de la guerra. Para esta lucha imprevista en el frente interior contra el realismo moral de la autodefensa política, son precisos los aliados más fuertes; en este frente se necesitan armas imponentes, estrategias terroríficas y maniobras sagaces. A este respecto no estamos sin esperanza, pues los arsenales están completos”[4].



Bajo la sombra de las armas y los arsenales de guerra para ejercer la legitima defensa y autoconservación se llevan a combate armamentos complejos que no son otra cosa sino monstruosidades pensables, son venenos, microbios, gases, bacterias, psicodélicas granas, astro-cañones y rayos mortales, instrumentos bélicos que nos muestran la falta de capacidad del hombre para el dialogo, los efectos de estos armamentos se vislumbran en la incertidumbre humana, no hay hombre que este lo suficientemente seguro cuando un misil tiende sobre su cabeza.



La sociedad es un aparato de protección mutua ante la amenaza continua de la violencia, sí bien se da una socialización esta se fundada a partir del miedo a la violencia, se trata pues de una lucha por la supervivencia a partir del orden, una lucha inevitable.



“Lo que caracteriza al estado de anomia no es que todo el mundo ejerza constantemente la violencia, sino que todo el mundo podría en cualquier momento cometer agresiones, tengan o no una finalidad”[5].



Por ello el aparato de protección mutua que se representa por la socialización se inscribe en el miedo, un miedo que va más allá de un perpetuo baño de sangre, el miedo estriba en la perpetuación de dicho estado, por ello la conformación de la sociedad representa la lucha por la sobrevivencia y el miedo a un estado de guerra de todos contra todos. La ocasión y el motivo de la socialización es el temor que sienten los hombres unos de otros. El origen de la sociedad no está en lo que el hombre hace, sino en lo que el hombre padece.

De lo anterior debe entenderse que la consolidación del hombre en la sociedad se dio a partir del miedo y de la violencia como actos fundantes, lo cual decanto en la socialización de hombre en hordas primitivas a fin de salvaguardar sus propiedades, de tal suerte que el uso de la violencia institucionalizada tendría como función la defensa y la cohesión del grupo, ante el miedo inmanente de un estado de guerra y/o de barbarie. La violencia mantiene la presencia de la muerte, alimenta el temor a la muerte, en el cual se funda la autoridad del poder y del Estado como aparatos de salvaguarda y protección.



De está manera el papel del hombre debe ser la de dejar de lado al contemporáneo endurecido, habituado y cínicamente versado que lleva en sí mismo. El hombre de las ciencias sociales debe entender y tener una comprensión de la guerra entendida a partir de la raíz y consecuencia del principio de autoconservación, entendiéndose desde la consecuencia de autoconservación que impera en la competencia de los grupos políticos.



Así pues la guerra ha servido desde la antigüedad como un medio para imponer y defender la integridad, la identidad y la forma de vida de una sociedad frente a la presión del rival. Así la guerra representa el último recurso de aquellos que cuentan y buscan preservar su derecho natural de la autoconservación del grupo individual, así como la legítima defensa que se presenta ante el potencial bélico de los grupos.



“Quien combate por su propia vida y sus formas sociales está, conforme al sentir de todas las mentalidades hasta hoy día realistas, más allá de la ética de la paz. Ante la amenaza de la propia identidad se ha derogado la prohibición de la muerte. Lo que constituye el tabú fundamental en tiempos de paz reconvierte en tiempos de guerra en deber; es más un máximo en asesinato es considerado como servicio especial”[6].



No obstante los efectos de los armamentos y su capacidad destructiva, al hombre ha de atraerle el pensamiento que emana de la bomba atómica, pues el efecto molecular de esta exige al máximo su reflexión.



“La fisión nuclear es siempre un fenómeno que invita a reflexionar y sólo las bombas nucleares dan al filosofo el sentimiento de que aquí se toca también el núcleo de lo humano. De esta manera, la bomba personifica en el fondo la última y más enérgica ilustradora”[7]



La bomba y su efecto nuclear nos permite entender el ser de la división y logra la cabal comprensión de lo que significa un Yo que se erige contra un Tú, así como un nosotros contra ustedes donde radica un énfasis de disposición hacia la aniquilación total. En la cumbre del principio de la autoconservación, la reflexión sobre la bomba nos muestra y nos enseña el final de los dualismos y su superación, así la reflexión de la bomba porta la última esperanza y tarea del pensamiento de occidente, empero su procedimiento de enseñanza nos resulta inhabitual.



La bomba atómica se convierte en un aparato soberano, autónomo y perfecto, la bomba descansa inamovible en sus silos, descansa como la realidad y la posibilidad más pura, así la bomba se constituye como la quinta esencia de las energías cósmicas y de la participación humana dentro de éstas, por ello en la bomba surge el máximo rendimiento del ser humano y su capacidad destructiva.



La bomba de esta manera se constituye en el triunfo de la racionalidad técnica y su superación en lo paranoético, con la reflexión de la bomba abandonamos el imperio de la razón practica en el que se persiguen fines con medios adecuados La bomba ya no es el medio para un fin, pues se ha convertido en un desmesurado medio que supera topo fin posible, y debido a que no puede ser un medio para un fin tiene que convertirse en un medio de autoexperiencia.



La meditación de la bomba es un acontecimiento que raya en lo antropológico, siendo también una objetivación extrema del espíritu de poder el cual actúa tras el instinto de autoconservación. En un primer momento la bomba tenia la capacidad y era utilizada con el fin de defendernos, su uso era para ejercer el libre y legitimo derecho de la autoconservación, hoy ese principio por el cual se construyo la bomba se ha reducido a una indefinición sin precedentes la bomba en este sentido representa la perfección del hombre en su parte malvada, ante tan situación de angustia, e incertidumbre la maldad lo ha rebasado todo a tal grado en que ya no se puede ser más malvado, inteligente y defensivo.



La maldad humana es, en realidad, la impotencia para el bien, que nos es ajeno por naturaleza. La crueldad, tan común en el ser humano desde sus primeros estadios, aparece como una fórmula más a escoger para su esparcimiento; una opción válida según los cánones aprehendidos del entorno hiper - individualista y desestructurado en el que viven, donde otras preocupaciones (vivienda, trabajo, dinero) priman sobre una familia y una educación decadentes o inexistentes, incapaz de atajar los instintos agresivos en sus primeras manifestaciones. Voluntad y violencia: rasgos reconocibles, lugares comunes muy visitados en nuestra sociedad.



La amenaza y el miedo son una constante al interior del hombre en sociedad. En la sociedad el miedo es una constante, el individuo sabe que mientras siga vivo y se encuentre directamente relacionado con la sociedad, se encontrará ante una constante amenaza, esto quiere decir que el hombre se encuentra constantemente ante la amenaza latente de sufrir una agresión a pesar de la constitución y existencia de un pacto o una alianza fundada en la seguridad común. Sí bien el pacto aleja el miedo que causa la amenaza de la muerte, el miedo y la muerte no desparecen, por ende el pacto es un instrumento capaz de aplazar dicha amenaza, más no es capaz de eliminarla. Se aplaza la muete pero esta no se elimina



La bomba no puede ser constituida como el último mediador de la paz, sin embargo es el mediador del conflicto bajo la a menaza de las ojivas y armas de destrucción masiva, la bomba así constituye un dejo de paz e ironía, preparase para la guerra en un sentido cínico militar es preparase para defender las causa de la guerra no como un guerrero sino como un cobarde que con sólo presionar el dedo termine con el conflicto aunque con ello se lleve al resto de la humanidad tras la luz que representa el hogo que deviene en muerte.



La bomba sólo tiene la misión de aniquilar, no hay más misión fuera de su alcance, su misión y llenar un campo de horror y muerte, a la bomba le es igual si cumple su misión, si está en una muda espera o si está como nube de fuego, al final lo que se arroga junto con la muerte es la máxima expresión de la pulsión de muerte, la bomba no es un sentimiento ni un dejo de esperanza, tras la bomba, la muerte, por ello la bomba ha dicho todo lo que tenía que decir a través de su mera existencia.



“La bomba no es ni un ápice más destructiva que la realidad ni una pizca más destructiva que nosotros. Es sólo proyección, la representación material de nuestro ser. Ella ya está materializada como algo perfecto, mientras que nosotros frente a ella estamos todavía divididos. A la vista de semejante máquina no hay lugar para consideraciones estratégicas, sino simplemente para una obediente entrega”[8]



La bomba no tiene vida, la vida se la hemos concedido a nosotros y el único momento en que la humanidad se vuelve a reunir no fue bajo un festín, fue bajo el signo de la muerte y nuestras diferencias, las cuales nos convocaron para que en nombre de humanidad se creara la maquina capaz de destruir a la humanidad misma.



La bomba no exige de nosotros ni lucha ni resignación, sino autoexperiencia, el hombre se ha transformado en la bomba misma, pues el principio de animalidad y salvajismo aún esta en nosotros como medida de autoconservación, con la bomba se completa el sujeto occidental.



Así nuestro armamento más extremo apunta hacia los niveles que tenemos como sujetos cuando nos encontramos indefensos y débiles; débiles incluso de razón, pues hoy nuestra razón esta enfocada al pánico y a la incertidumbre nuestra de cada día. La violencia ha pasado a perder el logos, dejando de lado la razón, hoy el hombre se preocupa mas por su bienestar, por las delicias del dinero, de la aparente paz, del nivel adquisitivo La única cuestión sigue siendo la de si elegimos el camino exterior o el interior, de si la clarividencia llegará a la tierra de la reflexión o a la de las bolas de fuego



Aún si los caminos fueran bien intencionados y a partir de dicha característica se pudieran congregar, estaríamos viendo lo que hoy sin duda esta frente a nuestros ojos, el hombre sólo se reúne con la única e irracional finalidad de rearmarse para cumplir con el dictum de la autoconservación. El Hombre ha dejajado de ser un invididuo de masas.



“De la masa tumultuosa hemos pasado a una masa involucrada en programas generales; de ahí que ésta, por definición, se haya liberado de la posibilidad de reunirse físicamente en un entorno lo suficientemente amplio como para albergarla. En ella uno es masa en tanto individuo. Ahora se es masa sin ver a los otros. El resultado de todo ello es que las sociedades actuales o, si se prefiere, postmodernas han dejado de orientarse a sí mismas de manera inmediata por experiencias corporales: sólo se perciben a sí mismas a través de símbolos mediáticos de masas, discursos, modas, programas y personalidades famosas”[9].



Es aquí donde nos topamos con individuos desgarrados del cuerpo colectivo y cercados por los campos de fuerza de los medios de comunicación, por tal motivo el individuo como masa ya no se reúne o congrega ante nada, la masa por tanto como reunión de individuos ha dejado de percibirse como una magnitud capaz de confluir y actuar.



Pero volvamos al tema de las bombas y la guerra y observemos que el camino hacia el rearme es hoy la única forma aparente que busca el sentido de la libertad, pues si bien el camino es irracional e irrealista la libertad real es el objeto del deseo del sujeto como tal, así la tendencia única exige la liberación total.



“El proceso mundial moderno condujo hacia un punto a partir del cual, lo más exterior, la política y lo más interior, la meditación, hablaban el mismo lenguaje; ambos trazaban círculos alrededor del principio fundamental de que sólo la distensión puede servirnos de algo”[10]



El desarme, la guerra, la bomba nos muestran que el secreto esta en el arte de ceder, en el arte de no resistir, en el arte de lo posible como capacidad de no resistir, así la meditación y el desarme descubren una comunidad estratégica, y por irónico que sea el resultado modernos, hoy la política es el arte de lo posible que parte de la meditación sobre la bomba, una meditación amigo-enemigo donde el concepto de lo político como mediación de conflicto queda rebasado pues el enemigo esta siempre latente y la bomba esta siempre lista para ser lanzada.











Conclusión:



Así la política como reflexión que surge desde la bomba es una profunda meditación que busca en nosotros el impulso constructor de la bomba, un impulso de autoconservación, un impulso que nos obliga siempre a estar en la defensiva como una forma manifiesta del cinismo que se exacerba en nosotros como respuesta inmediata a la incertidumbre.



El impulso constructor y la bomba misma nos ha orillado a cubrirnos y esta en defensa constante, defensa contra todo aquello que apele contra nuestro principio de autoconservación, el impulso de autoconservación actúa de manera suave en todo aquello que en el interior se ha solidificado como costra de una así denominada identidad, la bomba y el impulso funden la coraza tras la que se parapeta el Yo que se siente defensor de sus valores fundamentales.



Así llegamos a las consideraciones últimas de la violencia, de las bombas, la identidad y la guerra, las cuales como constructores y conformadores del ser han generado niveles de cinismo nunca antes pensados con la finalidad de autoconservarse y preservarse,. Por ello en la reflexión de la bomba desde un sentido político observamos que está maquina es condenadamente irónica, es una maquina que no es buena para nada y que, sin embargo, causa los efectos mas violentos.



Así las bombas se convierten en los vigías nocturnos de nuestra destructividad, así que cuando uno llegue a despertar retumbaran en nuestros oídos las voces de miles de hombres que conjuradas serán la voz del hombre de los pueblos, la voz del consuelo y de la esperanza y de la bondad inmediata, pero para infortunio de nosotros aún no es posible sentir esa voz que emana de nosotros, pues todos estamos divididos y aun estamos aquí, esa voz es una esperanza, una utopía, una ilusión, que no ha llegado a explotar como una bomba llena de esperanza.









Bibliografía:



Giorgio Colli, El libro de nuestra crisis, Barcelona, Paidos, 1983

Peter Sloterdijk, Critica de la Razón Cínica, España, Siruela, 2003.

Peter Sloterdijk, El desprecio de las masas, España, Pre - textos, 1998.

Wolfgang Sofsky, Tratado sobre la Violencia, ABADA, Madrid, 2006.

Calasso Roberto, La ruina de Kasch, Anagrama, Barcelona, 2001











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[1] Peter Sloterdijk, Crítica De la Razón Cínica, Pag 215

[2] Op Cit, Crítica de la Razón Cínica, Pag 330

[3] G. Colli. El libro de nuestra crisis, Paidos, pag 30.

[4] Op Cit, Crítica De la Razón Cínica, Pag 216

[5] Wolfgang Sofsky, Tratado sobre la Violencia, ABADA, Madrid, 2006, Pag 8.

[6] Op Cit, Crítica De la Razón Cínica, Pag 215

[7] Op Cit, Crítica De la Razón Cínica, Pag 218

[8] Op Cit, Crítica De la Razón Cínica, Pag 219

[9] Peter Sloterdijk, El desprecio de las Masas, Pag 17.

[10] Op Cit, Crítica De la Razón Cínica, Pag 219

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